Zidane, la elegancia personificada de la mejor Francia de la historia

Berlín, 7 jul (EFE).- Zinedine Zidane es uno de los mayores genios de la historia del fútbol francés. Su exquisita técnica, privilegiada habilidad y deslumbrante elegancia lo convirtieron en uno de los jugadores más artísticos en posar una pelota sobre las botas. Sus éxitos con la camiseta de ‘Les Bleus’ y la magia desplegada sobre los terrenos de juego encumbraron a este virtuoso del esférico al panteón de las personalidades galas.

El exjugador francés Zinedine Zidane en una imagen de archivo. EFE/GEORGI LICOVSKI
El exjugador francés Zinedine Zidane en una imagen de archivo. EFE/GEORGI LICOVSKI

Berlín, 7 jul (EFE).- Zinedine Zidane es uno de los mayores genios de la historia del fútbol francés. Su exquisita técnica, privilegiada habilidad y deslumbrante elegancia lo convirtieron en uno de los jugadores más artísticos en posar una pelota sobre las botas. Sus éxitos con la camiseta de ‘Les Bleus’ y la magia desplegada sobre los terrenos de juego encumbraron a este virtuoso del esférico al panteón de las personalidades galas.

Mucho más que un futbolista. Ya su ingreso en las filas del combinado francés auguraba que algo grande se estaba cociendo. Después de su increíble fracaso en la clasificación para el Mundial del 94, quedando fuera tras perder sus últimos dos partidos en casa ante Israel y Bulgaria cuando le valía un único punto para acudir a Estados Unidos, el nuevo seleccionador Aimé Jacquet tenía la misión de regenerar, con vistas al Mundial de 1998 -en el que Francia iba a ser anfitriona-, una selección que seguía anclada en el recuerdo de la era Platini.

En esos momentos, comenzaba a emerger una hornada que iba a marcar los destinos de ‘Les Bleus’ durante la siguiente década.

Liderados por el propio Zidane, ya con el ‘10’ a la espalda, los Barthez, Djorkaeff, Desailly, Thuram, Lizarazu o Karembeu se instalaron en la nueva selección gala y, junto a los ya asentados Didier Deschamps o Laurent Blanc, forjaron un combinado que aunaba tanto el talento característico francés como un físico imponente para la época.

Su primera gran prueba de fuego fue la Eurocopa de Inglaterra de 1996.

Tras una esperanzadora fase de grupos, quedando primeros en un emparejamiento con España, Bulgaria y Rumanía, las buenas prestaciones ofrecidas por el conjunto entrenado por Jacquet dieron síntomas de flaqueza en las eliminatorias.

Después de superar por penaltis un 0-0 en los cuartos de final ante Países Bajos, el equipo de Zidane, que aquel verano ficharía por la Juventus, se quedó con la miel en los labios en las semifinales ante la República Checa. Tras otro empate sin goles, la fortuna les fue esquiva en esta ocasión desde los once metros.

A pesar de la eliminación, Francia ya había dado muestras del progreso de su selección y se preparaba para consumar el asalto final a las grandes cimas. En 1998 conquistaron en casa de manera inapelable la Copa del Mundo, la primera de su historia, tras batir a Brasil en la final con dos tantos de la entonces figura de la ‘Juve’.

Con esa condición se presentaron en la Eurocopa del 2000. Ya consagrado como una de las máximas estrellas del panorama internacional, Zidane encabezaba las figuras de ‘Les Bleus’, a las que se habían incorporado Thierry Henry, David Trezeguet, Patrick Vieira, Nicolas Anelka o Sylvain Wiltord.

El conjunto entrenado por Roger Lemerre, que había reemplazado a Jacquet tras la conquista del Mundial, comenzó con una contundente victoria por 3-0 ante Dinamarca, a la que le sucedió una más apretada, por 2-1, ante la República Checa. En el duelo final por el primer puesto de grupo, Francia cayó ante Países Bajos en un fulgurante duelo por 2-3, merced a un tanto final de Boudewijn Zenden.

La derrota condenó a los de Lemerre a la parte más dura del cuadro, con un emparejamiento de cuartos ante España como primer plato. En Brujas, Zidane adelantó a su equipo a la media hora tras un magistral lanzamiento de falta a la escuadra, que hizo inútil la estirada de Cañizares.

Mendieta, desde los once metros, empató para el combinado que entrenaba Camacho, pero, apenas instantes después, un disparo a quemarropa de Djorkaeff al palo corto sorprendió al portero del Valencia y volvió a darle la ventaja a Francia al filo de la primera parte.

En la segunda mitad se sucedieron las aproximaciones de unos y otros, sin concretarse en ocasiones claras, hasta que llegó la jugada del partido. Un aparatoso penalti cometido por el portero Barthez sobre Abelardo, en un balón colgado durante los últimos arreones de España, dio a Raúl la posibilidad de forzar la prórroga, pero su disparo se marchó por encima de la portería y clasificó a Francia para las semifinales.

En la penúltima ronda, los galos se enfrentaron a Portugal. En un trepidante partido que acabaría en empate a uno al término de los 90 minutos, una polémica mano del ex del Oviedo Abel Xavier desembocó en otro penalti.

Zidane transformó el tanto de la victoria por gol de oro para colocar a los galos en la final, en medio de la marcha del campo de Figo.

El último partido del campeonato fue un espectacular duelo entre Francia e Italia. En un choque de alternativas, los transalpinos parecía que comenzaban a agarrar las asas de la copa con un remate en boca de gol de Marco Delvecchio al principio de la segunda mitad, pero un tanto afortunado de tiro cruzado de Wiltord, a punto de concluir la final, dio a los de Zidane una segunda vida.

Y ahí, no perdonaron. Una eslalom fulgurante de Pires por la banda izquierda, con quiebro incluido a Cannavaro, convergió en un pase para que Trezeguet fusilara la portería de Toldo.

Francia fue campeona de Europa por segunda vez en su historia. Y Zinedine Zidane se erigió en dueño y señor del torneo.

Todavía tendría el astro francés la oportunidad de repetir gloria en la Eurocopa 2004, pero la sorprendente Grecia, a la postre campeona, tumbó en cuartos de final a Francia.

Juan Manuel Sánchez